miércoles, 25 de noviembre de 2015

Critica a Novecento, de Alessandro Baricco

Intérprete: Miguel Rellán
Compañía Bucharta
Teatro municipal Eduardo Úrculo
13/11/2015

El teatro Eduardo Úrculo
Los que quieren entrar sin pagar no cuentan

Dentro de lo que es la programación de los teatros municipales de Madrid, a veces se encuentran pequeñas joyas, por su contenido y por sus intérpretes: Novecento, el pianista del océano es una de ellas.

Sin embargo, querría haber titulado ésta crítica … “de asnos y mieles”, … o “ de margaritas y gorrinos”, … pero hoy estoy comedido.

He usado, sin embargo, un título sacado de una frase del genial Aki Kaurismäki, un director de cine especialmente rarito, que la soltó certero en su visita a Madrid en 2000.


Miguel Rellán en Novecento
Y todo transcurrió como sigue

Espero en el Eduardo Úrculo una pequeña cola de decenas de vecinos del barrio, entro, me acomodo en una de las últimas butacas y se abre el telón.

Divididos entre tercera y primera clases, como en el Titanic, el público asistió al monólogo de Miguel Rellán, el elegante y televisivo de la voz y la barba suaves. 

En las primeras filas y con billetes: primera clase. En las últimas filas, los rezagados, sin billete, representando la tercera clase, entre la que me encontraba INMERSO, en su marea de estar en la inopia.

El sopor me invadió a los 10 minutos de salir el actor en su traje gris y descolgué la cabeza sobre el pecho ... seguro que con leves ronquidos.

Pero hacia la mitad de la obra me despertaron una algarabía de toses asmáticas, el rumor de los envoltorios de caramelos baratos de menta y un murmullo descomunal de desaprobación de septuagenarias sordas, que, entre alienadas e indignadas, se arrastraban hacia la salida en pequeños grupos de comadres, mientras el clac clac de las muletas metálicas en el suelo y el clec clec de los dobles anillos de bodas en la barandilla de hierro conferían al ruido de la sala una estridencia de crucero de jubilados del IMSERSO desembarcando en el puerto de Barcelona.

A mi izquierda, atenta a todo, estaba una señora de mediana edad sentada, qué digo … escarranchada, dándome codazos en el costado cada vez que se desabrochaba un abrigo con una hebilla gordota, que golpeaba la butaca como los cinturones de los aviones en manos de un neófito.

Allí, acomodada con sus piernas sobre la butaca vacía de delante, se pasó la hora y pico interminable de actuación, en la que sólo le faltó regoldar.

Y entre tos y tos, una banda sonora de 6 ó 7 melodías impertinentes de cacharros móviles a todo meter, amenizaban los camarotes imaginarios, rivalizando con la voz de Rellán y el piano de Novecento.


El actor, que mal no estuvo

Miguel Rellán, un médico nacido en el Tetuán español, actuaba en el barrio madrileño de Tetuán de las Victorias. Propietario de un goya, como mejor actor de reparto; actor de cine, televisión y teatro.

Un señor mayor en plena forma, septuagenario y pareja de la maravillosa Rosa María Mateo, regalaba su dicción a un público que se dormía, que se revolvía en sus butacas, que desfilaba, entre indignado y aburrido hacia la puerta de salida. 

Otros, en cambio, más avisados, le prodigaron sonoros pero breves aplausos. Y valorábamos su entrega … 

La verdad es que asistir a una obra totalmente gratis en un buen teatro -de más de 10 millones de euros- que costaba a 20€ la entrada en el Teatro Español hacía sólo un año y cuya adaptación al cine costó 9 millones de dólares, merecía mayor respeto por parte del público.

Miguel Rellán no está para un Hamlet, dicho sea de paso, pero es un lujo poder acceder a un monólogo suyo para conocer una bonita historia de amor por la música y las personas como es Novecento.

La obra es larga, y la voz de Rellán no llena el auditorio. Grande de mímica, pero con lagunas de concentración –avivadas por el “selecto” público- no podemos decir que fuera una noche memorable.

Tampoco el texto, a veces farragoso y extranjerizante en la sintaxis, ayudaba más que a ratos.


El teatro gratis, para qué

Es notorio que llevar el teatro de calidad es una obligación de los gestores municipales, pero no sé si el público al que le gusta el teatro en Madrid –ciertamente mayorcito y de perfil menos sofisticado- agradecerá la programación de este tipo de obras: monólogos y obras ambientadas en paisajes ajenos a su acervo cultural, por mucho que se hayan situado mentalmente a proa con Dicaprio.

El teatro es un entretenimiento muy de los madrileños, muchos lo prefieren al cine, pero si la zarzuela chica se inventó para acceder al público menos cultivado, habría que inventar un género chico para representarlo en los teatros municipales de Madrid, o ¿por qué no? retomando el bufo madrileño. 

Apropósito, que es un género, temas hay para burlar y para reír. Que estamos en precampaña electoral. Ánimo con los guiones ácidos y, por favor, tosan antes de entrar y dejen los objetos metálicos y los móviles en la guardarropía.


Notas sobre la obra en el cine

La leyenda del pianista en el océano, también llamada La leyenda de 1900 y La leggenda del pianista sull'oceano en su versión original en italiano, es una película estrenada en 1998, dirigida por Giuseppe Tornatore y protagonizada por el actor británico Tim Roth, basada en el monólogo de teatro Novecento, del novelista y dramaturgo italiano Alessandro Baricco.


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2 comentarios:

Ilmatar teatro dijo...

Coincido contigo en todo.! Gran crónica sobre un día cualquiera en un centro cultural que podría ser desafortunadamente ejemplo de muchos otros espacios como este.

El Zenobita dijo...

Muchas gracias por el comentario y por la lectura, Ilmatar.