lunes, 28 de julio de 2014

El Museo del Ejército en el Alcázar

Ruinas en la base de El Alcázar
Una visita al museo que ya no existe

De amarga y muy decepcionante debo calificar la visita al nuevo Museo del Ejército en el Alcázar de Toledo el pasado 20 de julio.

Después del cierre en 2005 de la sede del museo en el Salón de Reinos de Madrid, nos quedamos sin museo del Ejército de Tierra durante 5 largos años, en los que con la excusa de dedicarlo a la restauración de su aspecto original y su uso para la ampliación del Museo del Prado, se liquidó un bellísimo y viejo museo romántico que evocaba heroísmo, batallas, ciencia, patriotismo, fantasía y emociones vívidas.

Cartelería exigua e inútil
Hoy, el Museo del Ejército de Toledo, inaugurado en 2010, no es más que una caja blanca enorme, llena de salas desordenadas con muchos menos fragmentos de historia de España en sus vitrinas. Y también se ha liquidado la historia del mismo Alcázar contenida entre sus paredes.

Objetos descontextualizados, espacios enormes, sin unidad temática atractiva, sin itinerarios, didácticamente escaso y audiovisualmente parco. Asepsia en colores blancos, pésima señalización y una muy deficiente iluminación.

Armaduras. Colección de Medinaceli
Fuente: Internet
Aparece como un almacén de objetos envitrinados y desprovistos de historia, castrados al dictado de la Memoria Histórica, la Vergüenza Histórica y la museística más ramplona.

Remedo de la destrucción del otrora hermoso Museo de Ciencias Naturales, hoy una bazofia irreconocible que he borrado a la fuerza de mi ocio madrileño de fin de semana. Y primo hermano del Museo Arqueológico, algo más atractivo pero con los mismos defectos: el desorden, la museística “moderna” y la asepsia más descarnada.

Patio de El Alcázar
Visitar el Museo del Ejército de Toledo hoy no es más que un pasatiempo vacuo, con escaso interés y desmotivador, que no merece por sí mismo una visita a Toledo, largamente esperada desde su inauguración.

No volveré a ese sepulcro blanqueado que ha borrado casi cualquier vestigio de la historia misma del Alcázar y fregado con lejía la sangre y el esfuerzo de tantos españoles por lustrar muchas monarquías infames y gobiernos tiránicos, pero que forman parte de nuestro mismo ser y esencia.

Tres o cuatro armaduras japonesas que dan el aspecto de extraños enanos; un cañón allí y otro allá; escasísimas pinturas; soldados de plomo a mansalva; un navío solitario en una sala desangelada; espadas y picas como en un escaparate de Zara; la colección de armaduras de Medinaceli sin apenas esquemas, dibujos o indicaciones; las banderas a medio restaurar en vitrinas a las que no llega un niño, ... bustos medio a oscuras, para qué seguir.

Hemos pasado de tener posiblemente el mejor museo militar del mundo a disponer de una colección de antiguallas detrás de cristales, expurgada la supuesta espada del Cid, y cientos de estandartes y banderas, colecciones enteras de armas de fuego, maquetas, memorables cañones ...

Colección Medinaceli
Hemos perdido el encanto de estar rodeados de historia por los cuatro costados y pasado a disponer de esquinas y rincones donde se pueden observar cosas viejas con escaso detalle y pocas explicaciones, despojados de cualquier emoción, afecto u honra, como si pertenecieran a una nación foránea y desconocida, o peligrosa de conocer en sus glorias y miserias.

Lo visto ayer en esta caja de colecciones lo califico de carísima mierda aparentemente destilada en laboratorios intelectuales antimilitares, antihistóricos y antiespañoles. Y por supuesto es mi opinión, aunque no la única en este sentido.

A nadie que respete tan poco el Ejército, la Historia y a los españoles mismos debe encargarse hacer un museo del Ejército español, porque la Historia no pertenece a quienes se la inventan o la escriben, sino a quienes la hacen con su sudor y su sangre.

Se dice que el director actual del Imperial War Museum había comentado recientemente: «estoy muy contento porque mi museo ha pasado a ser el primer museo del mundo de historia militar, después de que Uds. hayan acabado con el que tenían».

El despacho de Moscardó
Pocas emociones he podido sentir en ese espacio para el eco del olvido. Apenas la emoción del magnífico cuadro de Ferrer-Dalmau “La batalla de San Marcial” acodado en una incómoda esquina donde no se puede apreciar la obra en perpendicular, demostrando que el diseñador del museo es un tipo con “grandes” conocimientos.

Sin la espada del Cid, hoy en el Museo de Burgos, sin el grandioso escenario del Salón de Reinos, sin viejas vitrinas, sin maniquíes, sin alineaciones de cañones, … este museo muerto no es merecedor más que de desasosiego e inquietud por mano de quienes han dado la orden de laminar las pasadas glorias españolas.

Batalla de San Marcial, de Ferrer-Dalmau
Sólo una ideología sectaria, orquestada en supuesta connivencia por los dos grandes partidos saqueadores de la nación y del Estado ha podido perpetrar semejante ultraje al patrimonio y acervo hispanos.

Lo visto en este museo no contenta a quienes hayan ido a ver el Museo del Ejército ni la historia misma del Alcázar, porque ya no queda casi nada, y lo que queda: una sala con una gran mesa vieja y disparos en las paredes, no tiene ningún sentido si no te conoces la historia, porque carece de carteles informativos. A las tumbas de Moscardó y de los que allí yacen les ocurre lo mismo, no tienen indicaciones ni explicaciones de qué se trata.

Quien olvida forzadamente a sus soldados es un traidor y un miserable, porque son los mismos ladrones que exigen a sus conciudadanos el máximo sacrificio de sangre mientras se llenan los bolsillos y engatusan a los que les votan con promesas de mercachifle.


Museo del Ejército antes de 2005
Fuente: Internet
Historia del Museo

El Museo del Ejército fue creado por orden de Manuel Godoy en 1803, y era el más antiguo de España después del Museo de Ciencias Naturales. El Prado, por ejemplo, se abrió más de 30 años después.

Su primera ubicación fue en el Arsenal Central de Artillería (el parque de Monteleón, cuyo arco todavía existe en la plaza del Dos de Mayo en Madrid), y contaba, principalmente, con los fondos de Artillería. En él se depositaban una copia de cada modelo de arma nueva que se fabricaba en España. Fue allí donde el personal y fondos del Museo entraron en combate contra el ejército francés, el 2 de Mayo de 1808.

La Tizona de El Cid
Fuente: Internet
En 1815 se trasladó al palacio de Buenavista (actual sede del Cuartel General del Ejército, frente al Banco de España), e incorporó nuevas colecciones; la principal, las 2.000 banderas que eran patrimonio real. Después siguió recibiendo colecciones y piezas.

En tiempos de la regencia de Espartero, éste reclamó para su uso ese palacio, y el museo se trasladó al palacio del Buen Retiro, que ha sido su sede ininterrumpida hasta ahora.

Inaugurado el 19 de julio de 2010 el nuevo Museo del Ejército de Tierra, al día siguiente se abría el museo al público. La superficie de las instalaciones duplica la antigua, sin embargo sólo se exponen 5.000 piezas de las 35.000 que tiene el museo en sus fondos.

Armaduras antes de 2005
Fuente: Internet
El antiguo museo era una referencia mundial entre los mejores museos militares del mundo, especialmente en artillería. Hoy, ese museo, ya no existe.

Y por favor, si deciden empezar por mejorar algo, al menos pongan una tienda decente con una buena selección de libros, fotografías y facsímiles de piezas, y no exhiban juguetitos montados en esa vergonzosa imitación de Lego fabricada en China. Muchos adultos interesados en la historia de nuestro país nos desplazamos desde muy lejos y merecemos cierto respeto intelectual por parte de un museo del Estado.



El Museo del Ejército en 2010,
la Historia enlatada
Fuente: Internet

Salón de Reinos,
el Museo antes de 2005
Fuente: Internet

Ampliación del Alcázar en 2010,
un destrozo arquitectónico
Fuente: Internet


Nota

La reforma del Alcázar de Toledo es obra del arquitecto Francisco Fernández Longoria y de su colega Dionisio Hernández Gil, ambos de escasas referencias en Internet, y el primero de ellos ni siquiera aparece en la Wikipedia.
 


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