sábado, 16 de marzo de 2013

Vocabulario madrileño para ir de pinchos


El que avisa no es traidor

Gallinejas y entresijos
Con estos pequeños apuntes podrás moverte por Malasaña, Embajadores y Latina como un nativo. Aunque corres el riesgo de que los madrileños más avisados y snobs se descojonen de ti. Aún así te servirá para poner rubias guiris y mejicanas cachondas a tus pies. Y para hacer un montón de amigos guiris masculinos con los que salir a diario sin depender de los siempre ocupados, indispuestos e informales madrileños. Un guiño para ellos. 


EXPRESIONES

Finde:
Fin de semana

Mola mazo:
Mola un montón = mola mucho = mola un huevo = me gusta mucho

A pachas, ir a pachas: 
Pagar a medias = pagar cada uno su consumición

Quedamos por guasá:
Quedamos por whatsapp (aplicación para smartphone que está sustituyendo al sms)


COMIDAS Y PINCHOS



Ir de picoteo:
Ir de pinchos  =  ir de tapas  =  tapear.

Caña:
Cualquier medida de cerveza de barril.

Corto:
Rara avis, debido a que no hay una medida estándar de caña.
Flamenquines

Mini:
Cachi o litro de cerveza en vaso de plástico.

Tinto gas:
No existe, te dan un tinto de verano.

Yayo:
Vermut de barril con un poco de ginebra y gaseosa de un bar de Malasaña y sin el cuál explicar este barrio es casi imposible.

Bocata calamares:
La delicatessen más madrileña, que por sí misma explica una visita a Madrid.



Bocatines:
Bocadillos pequeños.

Flautines:
Bocadillos pequeños de baguette o pan francés.

 

Pulgas, pulguitas:
Mini bocadillos de cualquier cosa.

Tostas:
Zarajos
Pequeñas tostadas o rebanadas de pan con algo encima, tipo canapé.

Flamenquines:
Rollitos de jamón york y queso rebozados y fritos.

Soldaditos de Pavía: tiras fritas de bacalao rebozado con pimiento morrón.

Gallinejas:
Tripas e intestinos de gallinas o corderos, fritos en su propia grasa.
Soldaditos de Pavía

Entresijo:
Mesenterio del cordero, que es parte de las gallinejas de cordero.


Zarajos:
Intestinos de cordero lechal fritos.









viernes, 15 de marzo de 2013

Los madrileños y el tiempo



Una gestión a salto de mata
21/sep/2007

Una de las más insoportables cosas que podemos sufrir a diario en Madrid es la falta de respeto que supone el haber quedado a una hora y que el otro se presente  más o menos cuando le viene en gana. Esto es especialmente sangrante en el caso de que hayamos quedado a una hora concreta con un profesional para arreglarnos una avería en casa o traernos un pedido.

Se me ocurre, por ejemplo, el fontanero, al cual llevo esperando desde hace más de una hora. Al llamarlo por teléfono me dijo que a las once y media estaría aquí. Luego precisó que sería entre las once y media y las doce de la mañana. Sin embargo es la una menos veinte y todavía no ha llegado.

El trastorno que supone este tipo de retrasos en la vida común es considerable. Yo había quedado esta mañana muy temprano con un amigo para empadronarse en Madrid. Debía hacerlo así para evitar las colas, de hasta dos horas, que se forman. Me levanté un poco antes de las nueve y le llamé. Por un asunto “imprevisto” me dejó colgado. Así que me volví a meter en la cama hasta las … ¡vaya, acaba de llegar el fontanero! Y a requerimiento de que me explique el retraso me dice “No, no, si era a las once y media, pero ya sabe…”
Un fontanero
Ese “ya sabe” me lo conozco. Son retrasos acumulados durante el día por una falta más que exagerada de la gestión de su propio tiempo. Entre que les importa tres narices hacer esperar, pues no es una cuestión grave, y muchos clientes son comprensivos: “la gran ciudad y su tráfico, exceso de trabajo, complicaciones de última hora…” se ha institucionalizado el retraso como una forma idiosincrásica del vivir diario de los madrileños y también de otros muchos españoles.

El que el fontanero haya llegado más de una hora tarde ha retrasado mi acontecer diario en más de una hora. No me he duchado para que pudiera ver la bañera y hacer su peritaje, no he desayunado porque no me he duchado (guardo un discreto período de digestión para el desayuno) y he tenido que sentarme en el servicio apenas dos minutos, a pesar de que necesito echar con urgencia el medio quilo de chuletillas que me comí ayer en el campo. Así que terminaré este artículo, trataré de sentarme otra vez, desayunaré y me ducharé. Todo ello una hora y media más tarde. La de retraso y la media que me ha llevado escribir este artículo.

Todo sea que algún fontanero comprensivo lo lea y comience a formar parte de un movimiento de cambio de costumbres que optimice tiempo y rendimiento. Saldremos todos ganando: menos cabreos y gestionaremos mejor nuestras acciones, dándonos más tiempo para hacer más cosas y, lo más importante, tener la sensación de competencia, algo que se transmite a todas las demás acciones, relacionadas o no, en forma de optimismo y confianza en los demás.












Acoso laboral en Madrid


La zancadilla imperceptible
21/09/2007


He sido contratado en tres ocasiones por distintas empresas: una consultora de recursos humanos, una empresa de selección de personal informático y una sociedad farmacéutica.

En los tres trabajos he percibido la presión de compañeros y jefes.

En la primera tenía un agobiante compañero que trataba de molestarme, lo mismo que a los demás, porque era su manera normal de ser. Conmigo se metía con mi procedencia geográfica “el de Valladolid”, como tachándome de paleto provinciano un poco afectado. Mi atractivo personal lo soportaba malamente el jefe, pues mis chistes hacían gracia y los suyos no. Al final me puso entre la espada y la pared y no me renovó, a pesar de haber sido un trabajador de alto rendimiento y que se vació de entusiasmo y dedicación, estando siempre dispuesto a ayudar a los compañeros en lo laboral y en lo personal, dedicando mucho tiempo en casa al trabajo y fines de semana.

En la segunda, mi compañera de pecera me ahumaba sin cesar, y a mis preguntas interesadas sobre el trabajo apenas me prestaba atención. El encargado de supervisarme apenas se ocupó de mí, como temeroso de que le quitara el puesto, o simplemente desinteresado en enseñarme. El jefe vociferaba sin cesar a todo el mundo, hasta que se dirigió a mí. Le contesté diplomática y punzantemente y al día siguiente me echó, seguramente convencido de que era un desagradecido.

En el tercer empleo estoy (aún)*. Desde el primer día he caído mal, y yo creo que hasta me putean. Me marginan en las conversaciones y no me contestan cuando les pregunto. A veces me contestan después de un rato. No sé a qué se debe, pero yo ocupo el puesto de una que se vio forzada a marcharse después de un mes. El tesorero cada vez que habla conmigo por teléfono me pregunta si estoy bien y cosas por estilo. Y en la entrevista incidió especialmente en el trato con los compañeros.

Tal vez yo pueda parecer un poco altivo y distante, pero soy educado, trabajador, amable y colaborador. No me merezco este trato injusto, que yo suelo explicarme superficialmente como propio de gente sin evolucionar que se ha fabricado en este horno de miseria mental que se llama Madrid.

Mi esperanza es que los restantes habitantes de este maltrecho país desdigan los comportamientos que me someten a este sufrimiento moral desde que aterricé en esta inhóspita calamidad edificada, culmen del despropósito, la amargura, la incultura, la brutalidad y la falta de respeto por el otro.


*Año 2002. A los pocos meses me echaron, después de un acoso despiadado que casi acaba conmigo. Fue por parte de un par de gordas feas hijas de putas. Requerí la presencia de mi abogada y no fuimos a juicio, en parte por su inexperiencia y en parte por la mía. Hoy sería diferente, acudiría a un psicólogo especializado, a un abogado laboral e iría con toda la artillería. Como veis, a pesar del tiempo transcurrido no he olvidado, aunque estoy completamente curado.

Y un mensajito para los acosadores: se os está acabando el duro.


No dejes que te intimiden; no te sientas culpable, porque no lo eres; no tengas miedo y, sobre todo, pide ayuda.













Crítica a La lengua en pedazos, de Juan Mayorga

Teresa de Ávila
Teatro Fernán Gómez
Compañía: La Loca de la Casa

Entre pucheros anda Dios

Por primera vez, Juan Mayorga se atreve a asumir la dirección de un texto propio, basándose en la figura de Santa Teresa de Jesús y de sus escritos El libro de la vida y Cartas.


La obra se representa en un escenario oscuro rodeado de tres cuerpos de asientos, con un asfixiante techo de poca altura, bajo el que se abre una mesa frugal, donde Teresa corta cadenciosamente una pobre patata.

Juan Mayorga
La actriz pelirroja casa muy bien con el concepto medieval y renacentista de la meretriz y aún de la bruja. En el Malleus Maleficarun –el manual de persecución de brujas por excelencia- se señala que el pelo rojo y los ojos verdes eran los signos externos de las brujas, los hombres lobos y los vampiros. Pero es que también era pelirroja María Magdalena.

El color es el de la piel de la vulpeja (zorra), que es la mezcla del rojo de la tentación y el diablo; y el amarillo el de la traición y la herejía, y ambas acusaciones penden sobre Teresa.

Un inquisidor se acerca hasta la cocina del convento donde Teresa prepara la comida 
“... entre pucheros anda el Señor”, y bien podría ser el cubil de una hechicera;  así lo siente el enviado de la Iglesia, que primero temeroso, y después firme, quiere imponer a Teresa sus argumentos y el de sus superiores, con la razón y la fuerza, con amenazas incluso de muerte para que abandone el convento de San José, creado por ella y alejado de la norma.

En la época se atribuían tres vicios generales que tienen un especial dominio entre las mujeres: la infidelidad, la ambición y la lujuria. Y los tres los repasa el inquisidor, pues habla de Teresa como infiel a la Iglesia; la acusa también de ambición por querer tener su propia congregación y hasta de lujuria, cuando le recuerda -infructuosamente- su juventud apartada de Cristo hasta antes de entrar a tomar los votos.

Pedro Miguel Martínez, como inquisidor, pondera el personaje sin exponerlo a extremos que lo ridiculizarían, situándolo más en la representación de la razón y los convencionalismos que en la retórica más estereotipada de la institución represora en esa época.

Se enfrenta a una Clara Sanchís –Teresa de Ávila- que coquetea a la vez con la locura y con una gran claridad de ideas . Es Teresa un hueso duro de roer para el inquisidor, porque es una mujer muy cultivada y prudente, sabedora de su lugar en la sociedad y en la Iglesia, por su condición de mujer, pero que no renuncia a hacer prevalecer sus ideas, con apoyo de personajes poderosos de su tiempo.

Transverberación de Santa Teresa
El algún momento sospecha el inquisidor de la condición de aliada del diablo de Teresa, pero en otras la experiencia de Cristo de ésta lo convence, pues él también ha tenido dudas. 

Está en la transverberación o transfixión del corazón la verdadera esencia del poder místico de Teresa, en la cual su corazón es traspasado por una dardo ardiente de oro que le provoca un grandísimo dolor y amor de Dios.

Durante toda la obra, la corrección prosística de Pedro Miguel es encomiable, sin equivocaciones, marcando el ritmo, porque Clara tiene altibajos, dando una imagen de pobre mujer a la defensiva que no se corresponde –creemos- con la rotunda fuerza de Teresa de Cepeda para enfrentarse a las más duras pruebas imaginables. Su valor está en su técnica, aunque los manierismos místicos deberían ser trabajados con algún asesor.

El conjunto es el de una representación soberbia, sólida, de temática difícil y de la que sales completamente nutrido teatralmente, porque a pesar de sus carencias y de lo aparentemente poco atractivo del tema, envueltos en una ola anticristiana preocupante como estamos, capta la atención y el corazón de los públicos más abiertos y también más conservadores, sin irreverencias, pero sin noñerías.

Y concluyo: es una de las obras más reconfortantes y sustanciosas que he visto en los últimos dos años en Madrid, sobre todo después de haber padecido el harlem-shake-bodrio de El Café en el teatro de la Abadía hace tres semanas.


Nota de noviembre de 2013


El dramaturgo Juan Mayorga obtiene el Premio Nacional de Literatura Dramática por La Lengua en Pedazos.

Juan Mayorga, Premio Nacional de Literatura Dramática 2013






jueves, 14 de marzo de 2013

Los números gratuitos de las compañías eléctricas

Cómo llamar gratis a las eléctricas

Algunas empresas ocultan los números gratuitos que deben poner a disposición de los clientes y otras -como Iberdrola- inclumple sus obligaciones al restringir las llamadas gratuitas a las reclamaciones y a las ventas, redirigiendo el resto a un 902. 



Según la OCU, la norma deja claro que debe haber un número gratuito no sólo para las reclamaciones sino también para consultas, dudas y atención al cliente en general.


Iberdrola



Nota: NUEVO NÚMERO GRATIS (actualizado 13/03/2014): 900 225 235

Reclamaciones: 900 142 763


Bono Social: 900 246 351


Endesa



Tarifa TUR: 800 760 333

Mercado libre: 800 760 909



HC Energía / Naturgas

900 907 000
País Vasco: 900 902 930

Gas Natural

900 100 251 (actualizado 13/03/2014)

Unión Fenosa

900 100 254
Tarifa TUR: 900 100 259
Bono Social: 900 100 283

Eon

900 118 866

Galp

800 009 109


Enlaces:

Más información en http://www.ocu.org/












martes, 12 de marzo de 2013

Live and Let Die, de Pfannenschmidt


Urgencias de un toro que late

La prolífica artista alemana inauguró el pasado 8 de marzo una exhibición de nuevo cuño: fotografías proyectadas en El Caffé, con el bosque y la tauromaquia como excusa.

Sin embargo, la realidad es que sus fotos bicromáticas hablan de la libertad, de la manumisión del astado, como símbolo de la vida frente a la muerte, frente a los rituales, frente a los convencionalismos de esta sociedad en la que vive.


Pfannenschmidt nos ofrece esta vez una fotografía más íntima, despojada de artificios, con la sencillez de una fuerza negra de la naturaleza que pasea por un parque-bosque de Madrid, como si la autora estuviera finalizando su catarsis.

Jutta Pfannenschmidt
Su fotografía brama ahora sus ansias de libertad y se erige en la protagonista libertadora, en la que contagia sus estados anímicos actuales, expansionistas, deseosos de alcanzar una madurez de liberación, y además desea gritárselo a los demás: ¡Vive!

Las imágenes expuestas conforman una unidad ajustada a la medida de su entorno, un elegante club de fumadores que desea que la imagen forme parte de la escena. Y no es casualidad que el lugar sea un sitio casi proscrito, con los humos de los cigarros flotando en el fluido transparente que respiramos. Su grito va ahora más hacia la libertad que hacia la vida: ¡and Let Die! –deja morir-.

La brutal sencillez de las querencias de esta extremadamente sensible autora queda patente en sus fotos, en la elección del paisaje donde podemos verlas transparentarse y en el maravilloso dúo que disipaba los humos de los presentes, muchos no fumadores.

Un contrabajista de renombre, Jirka Vaclavik y su acompañante musical favorita, la bellísima pianista y cantante coreana Sylph nos estremecieron con sus acordes, mientras los asistentes acabábamos de conocernos, de otros eventos, de otras exposiciones.



Allí estábamos críticos, periodistas, editores, actores, musicólogos y artistas como Aimo Katajamäki y Sergio Ramos, cantantes como brasileña Lucia Adrianni y hasta psicoterapeutas de París.

Cuando el arte es psicoarte es arte más verdadero, pues lo estético es manierismo y el sentimiento es sublimación.


Caffé
C/Santa Hortensia 54
28002 Madrid
8–28 marzo de 2013