miércoles, 8 de mayo de 2013

Crítica a la obra de Kappeler en La Casa de Galicia


Kappeler junto a "Resignada"
Detlef de Galicia: 
De Stettin a Muxía.

Asistimos a la presentación de la obra del pintor alemán Detlef Kappeler por parte del embajador de Alemania en Madrid, Sr. Reinhard Silberberg. 

Los lienzos de Kappeler nos aparecen de lejos como abigarrados brochazos abstractos dados con violencia. Amarillos, rojos, negros, morados y cenizas disarmónicos cubriendo grandes superficies. Sin embargo, oscuridades y llamaradas, mensajes crípticos, técnicas mixtas y trazos difusos de personas surgen con una mirada detallada, como espectros leves que circulan por las violentísimas escenas informes de color.


Esta aparente abstracción no es sino un expresionismo* de colorido fauvista que Kappeler denomina “nuevo realismo dialéctico”, muy heredero de un romanticismo alemán que le inspira y del que podemos colegir al menos muerte y amor.

La biografía atormentada de Kappeler en su infancia le llevó a sentir el martilleo constante de sus meninges con el retumbar de las bombas rusas, su trémolo incesante, el flamear de banderas rojas y el zumbido de los cazas sobre la riada humana que huía hacia el Oeste.


A Schwerin, la aburrida y provinciana capital de Mecklemburgo, huyó y posteriormente se estableció en la vecina y dinámica Hamburgo, donde pudo pintar con Richter, Wunderlich y Jones. También pasó por Hannover, con un paréntesis de gran influencia en el París del 68 y las noticias de la Guerra de Vietnam, que determinaron su pacifismo y mensaje antibelicista.





El embajador Silberberg
De vuelta a Hannover experimentó en su cátedra con el color, la composición y el contenido en las obras pictóricas. Y de allí a Barcelona ... y en un continuo fluir hacia al Oeste se instala en Muxía, La Coruña, en los confines del mundo europeo, lo más lejos posible de las convulsas costas bálticas.

La pintura de Kappeler se ha presentado hoy como influida fuertemente por su estancia en La Costa de la Muerte gallega, pero es tal la fuerza de su pasado alemán mortificado que sólo unos pocos cuadros de los expuestos denotan dicha circunstancia.

La obra hoy expuesta son realmente guernicas bálticos, plenos del horror de un ser indefenso que huye, superpuestos fantasmas y espectros, miedos corporeizados.

Los intrincados senderos de la mente de Kappeler añaden virulentos naufragios, pero sólo como una influencia recientemente instalada en su psique, por la que circulan estrellas mironianas, miembros picassianos y en sus grafitos de blanco y negro asistimos a goyescos grabados.

Antón Castro, un crítico buen conocedor de la obra de Kappeler, habló en su presentación de “vómitos sobre el lienzo” para referirse a esas descarnadas pinceladas, sin embargo parece que es la misma materia gris del pintor la que se ha estrellado contra la superficie, marcando solamente lo más profundo de su inconsciente, de sus traumas infantiles rememorados.

Es Detlef Kappeler un pintor de gran valor por dejarnos ver su mensaje, sin más artificios que el de mitigar la brutalidad sufriente de su interior con una búsqueda de la belleza y de la armonía, que consigue con su maestría del color y, sobre todo, con su mensaje de amor y de paz, que él quiere que sea duradero y que sólo consigue por el horror plasmado magistralmente en sus pinturas pletóricas de color y de energía.


Texto y fotos: Zenobita


Dónde:

Casa de Galicia en Madrid, desde el 07/05 al 31/05
C/ Casado del Alisal, 8 - Madrid.


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