jueves, 9 de mayo de 2013

Crítica a la expo de Nicolás González-Camino


Especulando con bodrios

La exposición acogida por la bonita galería Fernando Herencia me hizo entrar para ver qué congregaba allí a tantos jóvenes de cortas melenas rubias y saharianas, caracolillos engominados y faldas de vuelo con tacón:

Pues ... planchas de acero al ácido mal recortadas de un tiburón, de un bisonte y hasta de cabezas, que complementaban unos pequeños dibujos de mal trazo colgados de las paredes, tan bisoños e inexpresivos que avergüenza preguntarse por su motivación o significado.

En lo más profundo de la galería, en un rincón claustrofóbico, una serie de retratos de personajes nos asetea el rostro: Jimi Hendrix, lo que parecen un par de ayatolás, Camarón, Bob Marley y hasta un Papa irreconocible.

Y no es el trazo impreciso o la escasa estética vista lo que incomoda, sino la sobrevaloración de un arte truculento de hasta 3.200 euros la pieza. Tal vez el autor pensó que si Bacon puede vender sus cuadros por cifras astronómicas, a pesar de hacernos sentir que padecemos degeneración macular, él también podría.


Nicolás González-Camino se ha lucido especulando con sus capacidades artísticas y a tenor de lo visto, con notable éxito de público, aunque algunos estaban más pendientes de sus móviles, de sus relaciones sociales y de los pinchos de tortilla que de mirar de verdad lo que tenían ante ellos, porque al fin y al cabo, tampoco el arte era lo suyo.

Quizá el único mérito -además del descaro- de Nicolás sea el de agrupar de manera novedosa piezas metálicas y el alter ego pintado. Salvaremos de la hoguera de las vanidades al notable bisonte de acero, previo pulido de sus bordes peligrosos, tal vez para encabezar la cueva de Altamira o alguna cafetería de Cantabria, pero con una sustancial rebaja en el precio que no nos haga quedar como gilipollas.


Dónde:

Galería Fernando Herencia
Ruiz de Alarcón, 27 - Madrid











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