viernes, 15 de marzo de 2013

Los madrileños y el tiempo



Una gestión a salto de mata
21/sep/2007

Una de las más insoportables cosas que podemos sufrir a diario en Madrid es la falta de respeto que supone el haber quedado a una hora y que el otro se presente  más o menos cuando le viene en gana. Esto es especialmente sangrante en el caso de que hayamos quedado a una hora concreta con un profesional para arreglarnos una avería en casa o traernos un pedido.

Se me ocurre, por ejemplo, el fontanero, al cual llevo esperando desde hace más de una hora. Al llamarlo por teléfono me dijo que a las once y media estaría aquí. Luego precisó que sería entre las once y media y las doce de la mañana. Sin embargo es la una menos veinte y todavía no ha llegado.

El trastorno que supone este tipo de retrasos en la vida común es considerable. Yo había quedado esta mañana muy temprano con un amigo para empadronarse en Madrid. Debía hacerlo así para evitar las colas, de hasta dos horas, que se forman. Me levanté un poco antes de las nueve y le llamé. Por un asunto “imprevisto” me dejó colgado. Así que me volví a meter en la cama hasta las … ¡vaya, acaba de llegar el fontanero! Y a requerimiento de que me explique el retraso me dice “No, no, si era a las once y media, pero ya sabe…”
Un fontanero
Ese “ya sabe” me lo conozco. Son retrasos acumulados durante el día por una falta más que exagerada de la gestión de su propio tiempo. Entre que les importa tres narices hacer esperar, pues no es una cuestión grave, y muchos clientes son comprensivos: “la gran ciudad y su tráfico, exceso de trabajo, complicaciones de última hora…” se ha institucionalizado el retraso como una forma idiosincrásica del vivir diario de los madrileños y también de otros muchos españoles.

El que el fontanero haya llegado más de una hora tarde ha retrasado mi acontecer diario en más de una hora. No me he duchado para que pudiera ver la bañera y hacer su peritaje, no he desayunado porque no me he duchado (guardo un discreto período de digestión para el desayuno) y he tenido que sentarme en el servicio apenas dos minutos, a pesar de que necesito echar con urgencia el medio quilo de chuletillas que me comí ayer en el campo. Así que terminaré este artículo, trataré de sentarme otra vez, desayunaré y me ducharé. Todo ello una hora y media más tarde. La de retraso y la media que me ha llevado escribir este artículo.

Todo sea que algún fontanero comprensivo lo lea y comience a formar parte de un movimiento de cambio de costumbres que optimice tiempo y rendimiento. Saldremos todos ganando: menos cabreos y gestionaremos mejor nuestras acciones, dándonos más tiempo para hacer más cosas y, lo más importante, tener la sensación de competencia, algo que se transmite a todas las demás acciones, relacionadas o no, en forma de optimismo y confianza en los demás.












No hay comentarios: